sábado, 22 de octubre de 2022

La Liberación (Cap 2-Patrick Brontë. 1era parte)

 

Páramos

2-PATRICK BRONTË

 

Las hijas de un clérigo…

 


Las hermanas fueron y son objeto de culto: se discutió mucho cuál era la mejor escritora, cuál la mejor poeta. Lo cierto es que el romanticismo extremo de sus obras todavía conmueve: la muerte en vida y la desesperación de Heathcliff son de la propia Emily; la infancia desamparada de Jane Eyre es de la misma Charlotte. Y si sus versiones cinematográficas se convirtieron en clásicos es simplemente porque supieron tocar esa cuerda a la que todos somos sensibles: la que habla de amar y ser amados.

 

 

 

Sallie llegó al páramo al otro día con tenue rayo de sol entre las nubes. No podía creerlo todavía. Katherine la hizo pasar a un escritorio con paredes oscuras y forradas de libros. Colecciones que Charlotte había heredado. Se sentó delante de la ventana y el brillo le dio luz al entendimiento. Ese refugio era la vida misma y la soledad de una mujer que ya no tenía a nadie. Había sobrevivido a las enfermedades de sus hermanas con estoicismo. Era evidente, que se había casado para no quedarse sola.

−Llegas oportunamente –dijo Charlotte acercándose a la silla del escritorio−. Acabo de ir a recoger manzanas que trajo mi esposo y el viento me llegó hasta los huesos. Me gusta ver las palomas y escuchar sus charlas.

A Sallie ese comentario le pareció inocente, de niña, tan tierno, pero a la vez nostálgico igual que su sonrisa débil. Tal vez, no lo fuera pero lo aparentaba. Se la notaba decaída y frágil.

−Empecemos…

−¿Por qué Haworth?

−Lo decidió mi padre cuando éramos niñas. Este páramo al norte de Inglaterra es propiamente un claustro. Su paisaje áspero y desierto es el mismo que mi hermana Emily enmarcó en la vida de Cathy y de Heathcliff; una vieja casona de piedra sobre un terreno pedregoso, pasto sin vida, barrido por el viento y el silencio abrumador de los días con poca luz. Recuerdo que encendíamos las bujías para coser o leer y hasta para escribir. Nos abrigábamos mutuamente. No había otra cosa, más que sobrevivir. Y así nos refugiábamos en la escritura como si fuera el aire que necesitábamos para respirar un día más. La existencia parecía larga, interminable, pero no lo era y nos sorprendió…

−¿Y su padre?

Charlotte

Mi padre, Patrick Brontë, fue a la escuela hasta los dieciséis años para financiar sus estudios. Luego fundó un colegio público y trabajó como preceptor. Con sus ahorros ingresó en la universidad de St John´s College, Cambridge. Por su origen irlandés del sur y por ser una persona humilde, lo lógico era que asistiera al Trinity College de Dublín, pero fue aceptado por sus amplias capacidades. Estudió teología e historia antigua y moderna desde 1802 hasta 1806. Después del bachiller universitario en Letras, recibió su ordenación el 10 de agosto de 1806 como la mayoría de los estudiantes sin grandes recursos. Su amigo Henry Martyn lo recomendó con las autoridades eclesiásticas.

−¿Y sus abuelos?

Eran granjeros irlandeses. A mi padre no le gustaba el trabajo de campo y por eso se independizó, estudió en Cambridge y luego, a los veintinueve años, ingresó en el clero anglicano. Él era demasiado severo y obstinado. Le gustaba también la poesía y escribía en los ratos libres.

La Liberación

Hermanas Brontë

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