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Buenas y Santas... Los hijos olvidados


Felicias llegó a la vera del camino, recogió algunas margaritas y vio algo que se movía entre los abrojos. Pensó que era un gato.

‒No grites que yo te ayudaré a salir. Ven…

Apareció entre el verde de las matas, la zanja y el lodo acumulado, Mariano Pelayo.

‒¡Dios! ‒gritó Felicitas.

‒Niña, qué gusto verla.

Ella dio un paso atrás, con temor.

‒No se vaya ‒le dijo él con voz tierna y entrecortada.

‒Sabe muy bien que usted es un miserable, un hombre brutal, sin corazón y sin alma. ¿Cómo piensa que lo voy a escuchar si ha manchado mi nombre? Sería capaz de matarlo, ¿me oye? Si esto pudiera devolverme la vida que tenía antes.

‒Yo solo no soy culpable de nada.

‒Es un desgraciado, lo odio. ¿Cómo puede hablarle así a una señorita educada?  No tiene principios.

          ‒¿Señorita educada? 

💗💗💗💗💗

BUENAS Y SANTAS...
Los hijos olvidados.
(Gracias Australia por comprar mi libro)

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