-Estaba en la habitación de Roberto-dijo Susan -Lo hallé debajo de la almohada cuando fui a cambiar las sábanas.
Salvador se lo pidió y ella se lo entregó sin hacer preguntas pero se notaba que estaba horrorizada.
-¡No me mire así, no soy un asesino!
-No, no, señor… perdón.
Salvador se fue hacia el escritorio a ocultar el revólver pero no pudo encontrar la llave, lo dejó en la caja de seguridad. Más tarde, se fue a descansar a su habitación; abrió el cajón de la mesa de noche para tomar una pastilla y vio allí la llave que tanto había buscado. Su mundo se reducía a túneles y pasillos, atajos y bifurcaciones, entre paisajes y oscuros rincones sin salida.
“¿Cómo llegó a ese lugar, yo mismo la coloqué allí, y el revólver en la habitación de Roberto?”, pensó ante tanto desconcierto. Se estaba volviendo loco. “Tal vez, Susan es cómplice. Pero de quién”.
Se durmió luego de haber tomado la pastilla; estaba agotado. Necesitaba cambiar de psiquiatra, buscar contención, pero no tenía fuerzas para hacerlo; no podía tomar decisiones. Se hallaba en un desierto de cuatro paredes ahogado por hilos de una telaraña que obviamente iba a acabar con él.
-Nada es igual después de que te casas. Si tu marido no te engaña, te ignora y eso es peor. No piensa en lo que necesitas como mujer: atención, que te escuche, salidas, algún viaje. Ellos solamente quieren hacer negocios y estar alejados de la casa. Nosotras tenemos que ocuparnos de los hijos: escuela, médico, amistades, cumpleaños…
- Eso ha sido siempre así. Mejor que trabaje, tienes dinero y lo puedes disfrutar - dijo la amiga de Dolores.
-Sí, con otro -contestó riéndose a carcajadas.
-Salvador es un hombre bueno, debes valorarlo más, te da todos los gustos y no te controla para nada. El mío me tiene presa, vigila todos mis pasos. A veces, me siento terriblemente ahogada.
-Pues eres tonta, mujer, escápate como hago yo.
-No porque lo amo.
Se escucharon unos pasos lentos en la escalera y, un momento después, apareció Salvador con aspecto solemne. En sus facciones estaba escrita la historia de su vida. Era aquel hombre una persona rutinaria, pero algo tenebroso había venido a perturbar su compostura natural marcando huellas en sus cabellos revueltos y en el rostro encendido por sus maneras inquietas.
-Buenas tardes -dijo cuando entró a la sala donde se hallaban conversando Dolores y su amiga Julia. Salvador no conocía a aquella mujer pero tampoco le importaba demasiado. Seguramente, era una mala influencia para Dolores o al revés.
-Buenas…-dijo la amiga y, al verlo en esas condiciones, se levantó para retirarse. Le parecía demasiado extraña su manera de mirar, tal vez sus ojos estaban nublados por algún pensamiento impropio.
Salvador no se inmutó; renunció a mantener una simulación de diálogo y permaneció de pie ensimismado. Algo más tarde, se asomó Guillermo que venía del patio con su perro en brazos.
La Novia
¿Ella regresó por amor?
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