-Letizia, amor, reza por mí un rosario entero-le decía Manuela cuando tenía que salir a buscar Encarnación que se había escapado tras saltar el murallón de los jardines. La niña huía por los baldíos con una muñeca despedazada en las manos y su deseo de libertad se manifestaba con esa rebeldía que se burlaba de la uniformidad de Manuela.

Encarnación y Letizia en eso sí estaban de acuerdo; las dos querían escapar de la protesta infantil de Manuela, de su amor posesivo, del maltrato psicológico, de sus predicciones sobre un futuro desgraciado…
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¿Puede una madre, inmadura, impedir que sus hijas tengan experiencias propias por miedo?
De la novela:
"El silencioso grito de Manuela"
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