Hoy voy a compartir la tertulia
con el sentimiento que me despierta...,
lo que significa para mí la taza de té Isabelina.
Ella perteneció a mi abuela Rosa...
Dicen que mi abuela Rosa era una mujer de mucho carácter,
yo no la conocí porque falleció en 1958
mucho antes de que yo naciera.
Vivía en el campo, en una granja.
Salía con su escopeta entre las penumbras de la noche
cuando escuchaba ruidos
para hacerle frente a posibles ladrones que se acercaban a la casa.
Era muy valiente.
Pero a pesar de su carácter indomable,
demostraba ser muy femenina y coqueta.
Usaba corsé y a menudo se enojaba con las modistas
cuando los vestidos que encargaba
no le quedaban igual que a las modelos...
Mi madre me regaló la taza de té para jugar cuando era niña,
yo, que en ese tiempo no la valoraba,
la rompí...
¿Qué pasó?.
Nada.
Seguí con mis jueguitos de té de siempre,
sin reparar en la pérdida.
Hoy en día decidí que tenía que recuperarla y la compré
porque, aunque no es la verdadera,
para mí tiene un gran valor.
La veo a mi abuela Rosa en sus tardecitas en el campo,
entre gatos, malvones y pájaros,
pensando en la vida...
que fue tan corta para ella.
Nunca supe de olvidos,
el recuerdo es una guerra
que no calla.
Mi silencio, la única verdad,
va rastreando las huellas
que rezan obligadas
por el fragor de la tormenta.
Una eternidad de pájaros,
entre las esquinas de los años,
busca raíces deshabitadas
a la luz de un calendario
detenido en la mañana.
Tendría que descorrer la niebla?
Ese hilo que une la historia
de mis pasos...?
No podría nacer ahora
y olvidar
que fui caminando de la mano
de una niña rebelde y tierna,
presagiando derrumbes,
contando estrellas...
Luján Fraix