martes, 25 de marzo de 2014

Pinocho





Había una vez un artesano llamado Geppetto que quería hacer una marioneta de madera y empezó a tallarlo. De repente, escuchó gemidos...

-¡Ayy!. Eso me dolió.
Pero Geppetto siguió y cuando terminó, la marioneta se movía y hablaba.
Estaba tan contento que lo adoptó como hijo y lo llamó Pinocho. Le compró un cuaderno y lápices y le dio unas monedas. Pinocho tenía mucho que aprender...

Camino a la escuela, Pinocho iba jugando con esas monedas cuando se cruzó con un gato y un zorro que le dijeron:
-¿Estudiar?...¿Para qué? con esas monedas te harías rico...Si las plantas aquí mañana crecerá un árbol con cientos de monedas de oro-aseguró el astuto zorro.

Pinocho nada sabía de engaños y se olvidó de la escuelo e hizo como le indicaron... y claro, al día siguiente... ¡Qué gran desilusión para Pinocho!. No había ningún árbol ni estaban sus monedas. Esos sinvergüenzas las habían robado. Tanto lloró que el hada azul se acercó a consolarlo.


-¿Qué te ha pasado Pinocho?.
-¡Nada! ¡No fui a la escuela porque me dolía la pancita!-mintió con vergüenza mientras su nariz crecía y crecía.
-Mentira, mentirita. ¿Eh?-dijo el hada riendo- Te ayudaré por ser bueno y no volverás a mentir. Así, gracias al hada, Pinocho recuperó su nariz original.

Pero cuando ella se fue, unos chicos lo invitaron a ir al país de los juguetes.
-¡Sube!... ¡Vamos a jugar sin parar!
Pinocho se fue con ellos y jugó mucho. ¡Qué divertido!. Sin embargo, cuando supo que allí todos los nenes que no estudiaban se volvían burros y se los vendía, salió corriendo desesperado.

Hasta que al borde de unas rocas cayó al mar. ¡Pobrecito!. Recién entonces notó esas largas orejas de burro que tenía y ahí sí..., pidió ayuda arrepentido.
-Perdón, hada azul, quiero volver con mi papito.. quiero estudiar...
-Tendrás otra oportunidad-dijo el hada y desapareció.
De repente, Pinocho se sintió arrastrado junto a varios peces mientras volvía a ser de madera otra vez.


Una enorme ballena lo había atrapado y ya estaba adentro del animal.
-¿Tú, papá?-¡Qué felicidad!-exclamó Pinocho al encontrar a Geppetto. Él con su bote y todo, también habían sido tragados.
-¿Dónde estabas?. Te busqué por todas partes, hasta en el mar.
Pinocho le contó todo.
-¿Me perdonas papá?.
-¡Perdóname tú... no debí dejarte solo!-dijo Geppetto.

Ahora lo importante era escapar. Esperaron a que la ballena abriera su bocaza y finalmente salieron expulsados. Ya afuera, montaron sobre un delfín que nadaba junto a ellos y, sobre su lomo, se arrimaron a la costa para regresar a casa.
¡Qué rico chocolate preparó Geppetto! y... ¡Qué bien se estaba cerca del fuego, juntos!, después de tantas penas. Esta vez el hada azul apareció sin que la llamaran:
-Pinocho, eres sincero y bueno, te premiaré-dijo mientras lo tocaba con su varita mágica. El muñeco de madera era ahora un niño de verdad. Pinocho no volvió a mentir y padre e hijo vivieron felices.



Nariz larga, nariz corta...
Le crece más al que mal se porta.

Carlo Collodi (1826-1890)
Cuento de 1882