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"Platero y yo", de Juan Ramón Jiménez







Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando como si fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

Lo dejo suelto  y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente "Platero" y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...

Come cuanto le doy. Le doy las naranjas, mandarinas, uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel...

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paseo sobre él los domingos por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

-Tiene acero.
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

Cuento de Juan Ramón Jiménez

Las ilustraciones son de David González


El ilustrador confiesa que ilustrar un poema tan universal es complicado: "Una amiga me dijo hace algún tiempo que para leer Platero y yo hay que tener la “mirada limpia”. Algo que subrayo y que considero como una tarea nada fácil. Mi interpretación parte desde esas palabras, se apoya en la naturalidad y en la sencillez".