Yo me escondía y tú venías buscándome, buscándome.
Cansada ya, como no me encontrabas, te enfadabas un poco y me decías:
-¡Hijo, sal de una vez que esto no parece ya un juego!
Y te ibas. Y yo me asomaba un poco por mi escondite, riendo.
Ahora, tú te has escondido, ¡y qué bien!. Y yo no te encuentro.
Te busco y te busco, y ya sintiendo la noche, muy triste, te digo:
"¡Madre, sal de una vez, que esto no parece ya un juego".
Voy y vengo solo. Y tú, ¿Te asomas, sonriendo, por tu escondite?.
Juan R. Jiménez