sábado, 28 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (8-La valija-2da parte)

 


Coty volaba…

Coty parada con su guardapolvo blanco en el aula frente a los alumnos, parecía un ángel. Se sentía la madre de esos niños que la miraban en silencio, con respeto, pero también con amor. Todavía no la habían escuchado hablar y ya la querían. Es que transmitía paz y confianza, abrigo.

−Yo soy la nueva maestra de este segundo grado. Me llamo Constance, pero me dicen Coty. Estoy acá para guiarlos, para enseñarles a andar por este sendero de la vida; una etapa hermosa en la que se encontrarán con curiosidades, lecturas, dibujos, juegos y aventuras, pero también con la historia de nuestra patria y sus orígenes.

Mientras hablaba miró por uno de los ventanales del Instituto San Francisco y vio pasar en su automóvil a Adrián. El corazón le comenzó a latir con fuerza. ¿Por qué? No quería pensar en él, se debía a sus alumnos, a la nueva etapa que iba a comenzar y que era un desafío. Entró la rectora, la madre Mercedes, y los alumnos se pusieron de pie.

−Buenos días, niños. Acá la señorita Constance será su maestra. Espero que todo vaya bien, y que a fin de año podamos recoger todo lo sembrado. Les doy la bienvenida. Qué recen un padrenuestro antes de empezar la clase –le ordenó la rectora a Coty que estaba algo dispersa.

−Sí, claro. Lo había olvidado. Mil perdones.

Marzo traía la música del leño, la fogata del hogar y esa magia cuando la hojarasca era la protagonista. ¡Cuánto romanticismo! Adrián y su auto gris, la mirada, los gestos sin palabras y el paisaje del silencio que se colaba en comunión completa con el rostro de la tierra y sus alas.

Aparecían los cuadros de Picasso frente a los de Benjamín en una grácil mueca despectiva para transgredir los conceptos: el arte es subjetivo.

Coty volaba…

 

−A mí no me engañas. ¿Por qué no me cuentas lo de la peluquería? Te prometo que no voy a hablar mal de esa “señora”. Es más, si ni la conozco. Sé algo por las habladurías del pueblo.

−Ella no tiene nada que ver. Es una mujer callada que educa bien a su hijo, aunque es algo rebelde.

−¿Y Benjamín, entonces…? Tiene la cabeza de piedra.

−No digas eso de mi querido sobrino. Es un buen chico. No lo juzgues porque no sigue los pasos del padre. Él es un ser aparte, distinto.

−Está bien, pero cuéntame porque me da angustia verte tan rara.

−Es que el pasado se me vino encima de repente y tanto o más doloroso que en aquellos años.

−Apareció el campesino. Lo viste. Cómo no se me ocurrió antes. Si todavía lo amas.

−¡No digas eso! ¡No amo a nadie! Ahora no te cuento nada –gritó Marie Anne y se fue para adentro y dejó a Constance tomando mates en la galería rodeada de colibríes que venían a buscar el néctar de las rosas chinas.

−Es la vida, mi querido –dijo al verlo volar con agilidad de duende y plácida felicidad −. Eres la luz del que todo lo ve, el amor de los seres que ya no están en este plano, y llevas mensajes. Gracias, Señor. Cuida a mi querida hermana. Espero que no pierda el rumbo.

La tarde de marzo parecía estar en pleno verano por el calor, aunque todos esperaban los cierzos otoñales. Entre el sueño y la vigilia se hallaban los millones de años sepultados en esa tierra de maestros inmigrantes.

“Papá era un artista, sabía redactar tan bien. Tengo su cuaderno de grado con una caligrafía estupenda. Esa pluma escribía en el aire sus máximas para después… Papá José reconocía los caminos de agua y los del abuelo francés porque veía en sus ojos la alegría y el enojo, el dolor de tener los centavos contados y el futuro en sus manos con surcos”.

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LAS HORAS DE COTY
--------------------------Anorexia nerviosa, Novelas históricas, retratos literarios, Van Gogh, El amor verdadero, La depresión, La soledad, Personajes de novela, Montmartre, Jane Austen.


Hasta acá llego con "Las horas de Coty", una historia basada en un hecho real y acompañada por ficción.
La anorexia, en un pueblo pequeño, en los años ochenta, era una dolencia desconocida. Nadie sabía cómo enfrentarla y cuáles eran sus causas.
Coty, la niña bella y amorosa, cayó en ese pozo y no dejó espacio para la ayuda. Las voces, que escuchaba a diario, eran enemigas y la fueron aislando cada vez más. Cambió su carácter, y todo aquello que la motivaba dejó de importarle.
Se ocultó dentro de sí misma, ciega y sorda, a lo que ocurría en el entorno para convertirse en una extraña.
Si les interesa la historia en la que hablo también de un personaje famoso que falleció por aquellos años y comparto reflexiones de psicólogos y personas que conocen el tema, les cuento que pueden hallar esta novela en Amazon. Gracias por estar.

viernes, 27 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (8-La valija-1era parte)

 

8

LA VALIJA

 

Benjamín, solo en el cuarto, se hallaba preparando una valija.

Entró Constance sin llamar y la escondió rápido debajo de la cama.

−¿Qué guardas tan celosamente?

−Nada. Un cuadro a medio terminar. No quiero que lo vean hasta que lo haya finalizado.

−Tu padre me dijo que le vayas a repartir estos sobres. Él no puede, le subió la presión, se tomó una pastilla y se recostó. ¿Le haces el favor?

−¡Qué vaya Coty!

−¡No puede! Está preparándose para su primer día de clases. ¡Es que no entiendes! ¡Tanto te cuesta! Tu padre mantiene la casa y con su dinero te das los gustos: compras óleos y pinceles, ahorras, sales los fines de semana, y no puedes hacerle ese favor. Crece, niño, crece…

−Está bien –respondió Benjamín contrariado, tomó los sobres y salió rápido de la habitación. Cuando llegó a la mitad del pasillo se detuvo para observar si su madre salía del cuarto porque no quería que se quedase revisándole sus cosas. Volvió y cerró con doble llave.

Constance, detrás de las cortinas, lo vio y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Aquel niño se hallaba planeando algo que escondía porque era obvio que estaba mal. No sabía qué, no podía imaginarlo, pero lo sospechaba desde hacía mucho tiempo.

Benjamín era ambicioso y se encontraba disconforme en ese pueblo viejo que se dormía amparado en la apatía y en la falta de oportunidades. Cuando iba a la plaza a vender los cuadros era observado como un loco que no se sabía ganar la vida.

−Parece un vagabundo −decían−. No, es el hijo de Octavio de Luca.

−No sé cómo los padres permiten que dé lástima tirado en el piso pidiendo limosnas por dos cuadros de “mala muerte”.

−Es rebelde el chico.

−Sí, les debe hacer la vida imposible.

La gente que pasaba solamente lo miraba con piedad. Nunca le compraron un cuadro, pero su figura, repetida hasta el hartazgo, era motivo de habladurías, de charlas de café y hasta de burlas. Sobre todo de los más jóvenes.

−Hola Benjamín –se acercó Adrián−. ¿No pasa nada?

−No. Me ahoga este pueblo de personas tan básicas que no saben apreciar la cultura. Yo estoy seguro que ni siquiera leen un libro.

−El diario sí, los clasificados.

−Sí, y las páginas de los avisos fúnebres.

−Mi padre lee sobre política –agregó Adrián−. Le interesa saber cómo será el plan económico de Raúl Alfonsín.

−Seguro que bueno, nos sacó de la dictadura. Eso ya es mucho decir…

−Sí, claro. ¿Y tu hermana? –preguntó Adrián dispuesto a saber de Coty ya que resultaba tan difícil llegar a ella.

−Está con las clases de maestra. Mejor olvídate de Coty. En eso nos parecemos demasiado. Cuando perseguimos un sueño lo demás no cuenta. Vivimos para eso y no desviamos el camino, ni los pensamientos. Los otros son molestias, personas que quieren cambiar nuestros objetivos. Así son las pasiones y la vocación. El que nunca lo sintió, no puede comprenderlo. Es el aire que necesitamos para respirar, oxígeno puro, aunque nos den la espalda y se rían. Sabemos que debemos, por nuestras convicciones, seguir el llamado y su mensaje, obedecer, porque es una misión: la más bella que nos ha podido alcanzar. Lástima que dé tanto sufrimiento porque, de alguna forma u otra, se espera un estímulo que no llega nunca. ¿Comprendes?

−Más o menos.

−Oh, disculpa. Tenía que repartir unos sobres de mi padre. Me olvidé. ¿Te das cuenta lo que te explico? Estos sueños me desvían de la realidad. Pierdo noción del tiempo.

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LAS HORAS DE COTY
----------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, retratos literarios, novelas históricas, La depresión, personajes de novela, El Vaticano, Montmartre, La vocación, Jane Austen.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (7-El secreto de Marie Anne-2da parte)

 


No la dejaban crecer…

Coty se vistió con una camisa blanca y una falda con tablas. Llevaba una cruz enorme bendecida en el Vaticano que Natalia le había regalado cuando su padre, don Luis, había ido a Italia por negocios.

“Ése sí es un papá cariñoso. Nunca vi otro igual. Vive para sus hijas”, pensó Coty en don Luis mientras se arreglaba el pelo con un recogido y un moño. Sabía que a las hermanitas del Instituto no les gustaba el pelo suelto. Coty exageraba. Parecía una novicia, sin los hábitos clásicos, pero una religiosa al fin con esa ropa.

−Estás preciosa –le dijo Constance cuando la vio salir por el pasillo rumbo al colegio. Debía dar una imagen recatada y seria−. Cuidado con ese hombre, que no se cruce en tu camino. Mira si la Superiora los ve hablando, seguro que no te dará el trabajo.

−Sí, mamá. Aunque me parece que estás agigantando los hechos.

−Hay que prevenir, querida.

Por aquellas calles del pueblo donde se oían melodías lejanas de violines, Coty caminó despacio. Proyectaba líneas inconclusas y paralelas de su trabajo y Adrián. No debía pensar en él; si la veía vestida así seguro que se escaparía con los ojos cerrados. Ella no hubiera querido disfrazarse de monja, pero lo hizo por su madre. Le dolía escuchar sus gritos y recomendaciones a veces absurdas y esa eterna disconformidad.

En procesión lenta, llegó a la puerta del Instituto y tocó el timbre de la puerta principal.

−Soy Constance de Luca y me espera la hermana superiora.

−Sí, claro –respondió la secretaria.

Coty entró al escritorio, la dirección del colegio, y allí se hallaba sentada con sus ojos azules la hermana Mercedes. La luz entraba por la ventana que tenía a su espalda y ese resplandor daba justo en la mirada de Coty.

−Permiso.

−Siéntate. Te estaba esperando…

−Sí, estoy muy nerviosa. Disculpe.

−¡Qué bonito es tu crucifijo!

−Es traído del Vaticano y está bendecido por Juan Pablo II.

−El primer Pontífice no italiano que sucedió a Juan Pablo I.

−Es de Cracovia –dijo Coty para demostrar que algo sabía de religión, aunque la hermana Mercedes conocía de memoria la fe religiosa de Constance y de Marie Anne porque las veía, a diario, en las misas y en actos de beneficencia.

−Bueno, no tengo mucho para preguntarte porque te conozco desde niña y sé de tu honorable familia. De las egresadas en la primera que pensé fue en ti. Me gustaría que tomes el primero o el segundo grado. No sé, el que más te guste.

Coty tembló de emoción, se sentía valiente y sensible al mismo tiempo. No había dudas de que su vocación de maestra se desbordaba por sus ojos y aquella sonrisa tierna que la convertía en un ser especial. Ante la sorpresa, que esperaba, no sabía cómo agradecer a la hermana superiora.

−No sé.

−Elige con confianza. El que te sientas más segura. Me parece que eres la persona ideal para tratar con los más pequeños: por tu dulzura y paciencia, por tu suavidad al hablar.

−Segundo grado –exclamó Coty en un suspiro.

−Me gusta mucho porque los niños ya vienen preparados del inicio y empiezan otra etapa: la del aprendizaje más profundo. Sé de tu control y tolerancia, de tu capacidad, ya me estuvo hablando de ti tu madre y tu tía.

−¿Mi madre y mi tía estuvieron en el colegio?

−Sí, hace un par de semanas.

Coty, desilusionada, saludó a la hermana Mercedes y se fue para la casa con el llanto contenido. Quería ser ella misma y no la dejaban, así nunca iba a crecer.

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LAS HORAS DE COTY
---------------------------Anorexia nerviosa, El Vaticano, Van Gogh, novela histórica, retratos literarios, La depresión, Personajes de novela, Jane Austen.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (7-El secreto de Marie Anne-1era parte)

 


7

EL SECRETO DE MARIE ANNE

 

Cuando más rápido trata de distinguirse uno en el dominio de alguna actividad y en algún oficio, y se adopta una manera de pensar y de obrar independiente, y más se sujeta a reglas fijas, más firme se hará el carácter. Hacer esto es de sabios, porque la vida es corta y el tiempo pasa rápido, si nos perfeccionamos en una sola cosa y la comprendemos bien, adquirimos por añadidura la comprensión y el conocimiento de muchas otras cosas.

Amsterdam, 3 de abril de 1818.

Carta de Vincent Van Gogh a su hermano Theo.

 

Benjamín devoraba las biografías que encontraba del pintor, igual que Octavio.

Admiraba su arte, pero también su torturada vida y el sueño de ser famoso que no llegó a ver. Él sentía ese mismo vacío. Sabía que el verdadero artista es más que eso; la trascendencia es secundaria y llega o no. La vida está en la vocación y la necesidad de oxígeno que provoca, pero Benjamín se sentía solo en ese pueblo que no lo comprendía ni lo apoyaba. Necesitaba estímulos. No tenía un hermano Theo para contarle sus dramas porque Coty era mujer y veía las cosas a través de un cristal. Era más práctica en apariencias y sus amigos demasiado huecos, frívolos hasta el hartazgo.

En aquella casa llena de fotografías ajenas donde las cigarras disfrutaban del calor de fines de febrero y las palomas parecían hablar un dialecto presuroso de cortejo, los ojos de Benjamín se nublaban y veía callejones ardiendo en medio de sus óleos y las palabras que oía eran en otro idioma. El sol trepaba por las ramas con su tinte infinito y lo llevaba a los confines de la dicha. En ese país el otoño le daba su color a la primavera y la paz del alma llegaba aun con las manos vacías.

Benjamín de Luca soñaba demasiado.

Se fue a la plaza con sus cuadros después de cruzarse con Octavio, quien desaprobaba todo lo que Benjamín veía como vocación suprema.

Lo que no da dinero no sirve.

Inútil era hablar con su hijo y lo dejaba ir. Pensaba que en un par de años se le iría la locura de ser artista y buscaría seguir con la profesión de él porque era la herencia que le quería dejar: un nombre de fotógrafo intachable.

Constance y Marie Anne estaban en la cocina preparando el almuerzo y hablaban como en murmullos. Octavio decidió pasar de largo. Las dos hermanas, para él, eran insufribles. Se sentía un muñeco manipulado por aquellas mentes con pasado y sin presente.

−Cuéntame de la peluquera de los arrabales.

−No le digas así que es una mujer excelente. Muy cariñosa, amable y profesional.

−¿Profesional? –se rio Constance−. Mira cómo te ha dejado la cabeza.

−Ya te dije que yo misma me desarmé el peinado con furia y dolor.

−¿Dolor?

−Sí, y tristeza. Ya se me va a pasar. No tengo que ir más a ese lugar.

−¡Yo lo dije! ¡Cómo puedes ir de una peluquera amante de un casado y que encima se escapa y tiene un hijo!

−No se escapa.

−¡Sí, señora! ¡Si él vive en Buenos Aires con su familia! ¿Ella qué hace en este pueblo de porquería?

−Bueno, pero ése no es mi tema. No me importa. Mi angustia pasa por otro lado. ¿No piensas que puedo estar mal por algo? ¿Acaso no ves lo que es mi vida y mi soledad de años? Estoy contigo de prestado y con tu familia. Octavio es un buen hombre porque podría haberme echado.

−¿Cómo te va a echar si eres mi hermana?

El casado casa quiere, dice el dicho… ¿no? –exclamó Marie Anne perturbada por la falta de comprensión de Constance.

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domingo, 22 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (6-El hombre ideal-2da parte)

 


Aquellos ojos verdes…

La tía Marie Anne lloraba sola en la habitación.

No quería compartir con nadie lo que le pasaba, pero para eso debía reponerse, lavarse la cara y volver a peinarse porque aquel nido, que mencionaba Constance, parecía de palomas alborotadas y torpes. Se veía peor que antes de ir a la peluquería de la famosa profesional de “malas costumbres”. Es que Marie sufría y pensaba que ya era tarde para parecer bonita. Arreglarse… ¿Para qué?

Fue hasta el ropero y extrajo del fondo una caja roja.

Dentro se hallaban todos sus sueños atropellados por palabras indecisas, llanto y soledad. Pasó la mano y lo tocó nuevamente. No quiso mirarlo. Hacía como treinta años que no lo contemplaba y que lo había ocultado de los ojos de otros para que los de ella no derramaran una sola lágrima más.

Constance golpeó la puerta y la tía escondió todo y cerró con llave el ropero que tenía un espejo en el que se reflejaba su presente limitado y amargo, el que nadie sospechaba porque a ella nunca le pasaba nada: no lloraba, no sufría, no sentía…

−Un hombre pregunta por Coty, hermana. Está en la puerta, ¿qué hago?

−Nada –respondió Marie−. Déjala.

−¿Y si se enamora? ¿Y si deja la profesión? Porque ya sabemos cómo se pone la gente cuando se encapricha.

−Déjala –volvió a decir la tía.

−Tú has estado llorando. A ti te pasó algo en esa maldita peluquería. Si volviste hecha un “trapo” y tenías ilusiones cuando te fuiste.

−Ilusiones tenía cuando era joven, pero se encargaron de borrarlas, de hacerlas desaparecer con excusas infundadas.

−Yo de eso no sé nada –agregó Constance tratando de evadir el tema.

−Sí que sabes…

Las hermanas se habían quedado detenidas en el pasado y querían traer al presente las leyes antagónicas: deseos reprimidos por abuelos demasiado decentes, las costumbres de antaño y sus rutinas, la mirada astuta de jueces que pretendían saberlo todo.

Constance tenía razón con respecto al amor. A veces, es tan intenso que ciega, oculta y no deja ver el peligro, las oportunidades y el futuro, posterga sobre todo a los adolescentes. Ella quería que Coty fuera maestra y que no desaprovechara la oportunidad que le daban las hermanitas del Instituto religioso San Francisco.

Coty era una joven madura y no se dejaría llevar por las tonterías de los enamorados que, a destiempo, arrastran las tantas oportunidades que llegan para proyectar un mañana.

¿Y si pasaba la contrario?

Ver a Adrián Fuentes era un riesgo.

−Hola ¿Cómo estás?

−Disculpa si vine así de improviso. Es que no te veo en ningún sitio, ni siquiera por la calle. Benjamín, en la plaza, me dijo que si quería verte me acercara a tu casa. ¿Hice mal?

−No –respondió Coty incómoda ya que oía, por los patios, las voces de su madre y de la tía que parecían discutir−. Es que me estoy preparando para una entrevista de trabajo. Tengo muchos nervios y la cabeza en otra parte. Disculpa, después de que tenga la charla con la Superiora, otro día, podemos hablar. ¿Me perdonas?

−Claro. Yo soy el que vine sin saber a importunar. Soy yo el que tiene que pedir disculpas. A veces, soy impulsivo.

Ambos se despidieron y Coty, al cerrar la puerta, se quedó apoyada con el corazón a mil. No quería pensar, no quería sentir. Ahora no. ¿Por qué todo era tan difícil? Debía concentrarse en un solo pensamiento y no dispersarse. Por eso casi no lo miraba a los ojos a Adrián. ¡Era tan guapo con esos ojos verdes!

El hombre ideal.

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-----------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, La depresión, Amor verdadero, La soledad, El arte, Jane Austen, La novela histórica, Vida real, La lucha femenina.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (6-El hombre ideal-1era parte)

 


6

EL HOMBRE IDEAL

 

−Ponte de perfil y sonríe –le decía Octavio a una cliente que había ido a sacarse una foto para un mural. Él era un artista porque después retocaba la fotografía para que quedase perfecta.

Benjamín en su taller de pintura renegaba de la suerte de los otros, de no tener un camino trazado y que dé sus frutos. Había pintado más cuadros que Van Gogh y todavía no había vendido uno. Tenía proyectos y los compartía con sus amigos que a los dos minutos se olvidaban. Es que a esa edad muchos pensaban sólo en divertirse.

−¿Y tú por qué llevas esa cara? –le preguntó Constance a Marie Anne cuando la vio llegar con los pelos revueltos y el vaso de agua con limón−. ¿No fuiste a la peluquería ayer?

−Sí.

−¿Te dijo algo esa mujer? Te comenté que no me gusta. No compartimos los mismos valores. Pero tú, claro, no me escuchas y piensas que exagero.

−Ella es un encanto de persona –exclamó abatida la tía Marie.

−No lo creo, pero entonces…¿por qué estás tan triste, mujer? ¡Tienes la cabeza que parece un nido! ¡Qué te pusiste!

−Yo misma me desarmé el peinado. No quiero hablar más, te lo cuento después –respondió la tía y se llevó una taza de café al cuarto.

Desde su perspectiva, Constance no podía soportar tanta disconformidad. Ella lo arreglaba todo con oraciones y dejaba en “manos del Señor” los problemas más graves. Si no los podía solucionar era porque estaba demasiado ocupado en las tantas almas sufrientes. A ella su Dios jamás la defraudaba, los humanos sí y cada vez eran más.

Se fue a la vereda a tomar fresco con una silla como lo hacían todos los vecinos por los años ochenta. A veces, se llevaba un libro, pero como cada uno que pasaba le daba charla se lo olvidaba. Los niños pasaban con sus bicicletas y, a veces, se ligaba algún pelotazo que llegaba desde la otra acera.

−Buenas tardes, mucho gusto. Me llamo Adrián Fuentes, ¿está Constance?

−Sí, pero no sé si lo puede atender. ¿Por qué asunto es?

−Soy su amigo.

−¿Amigo de Constance? Mejor dirá de Benjamín…

−De él también.

−Un momento.

Constance trató de disimular el mal día.

Ese joven no le gustaba. Quizá si hubiera sido aprendiz de sacerdote le hubiera caído mejor. Él había tomado el coraje suficiente para llegar hasta la casa porque Coty no salía a ninguna parte. Era solitaria, con demasiada vida interior, autosuficiente y feliz. No necesitaba salir a buscar nada y menos hombres.

−Hay un joven que pregunta por ti –dijo contrariada.

−¿Me busca a mí? –respondió Coty temblando−. ¿Cómo se llama?

−Adrián creo… No me acuerdo. No le presté atención.

−¡No! Dile que no estoy. Bueno… no. Es que…

−¡Hasta cuando voy a estar parada esperando que te decidas. Le digo que estás ocupada y que tienes demasiado trabajo.

−No. Ya voy.

Constance, furiosa, fue hasta la puerta, recogió la silla con fastidio y apuro, le dio la mano a Adrián y le dijo que esperara un momento.

En el pasillo se cruzó con Coty y la amenazó:

−Ojo que te estoy viendo. No quiero gente que te arruine tu vida y tus proyectos. Eres demasiado joven. Después hay que lamentarse y no quiero pasar por eso.

−Está bien, mamá.

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viernes, 20 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (5-"Santa Cecilia"-2da parte)

 


La necesidad de entender el dolor de los otros…

Benjamín se sentó a tomar una merienda con su madre y su hermana.

Constance no podía verlo así.

−Ya verás que te llevarás una sorpresa –le dijo para animarlo.

−¡Esos son puros delirios! –gritaba Octavio desde la sala.

−¡Qué ganas de mortificarlo!

−No te preocupes, mamá. Los padres siempre quieren que los hijos trabajen en algo que les dé dinero. ¿Cuándo viste alguna vez que estuvieran de acuerdo con el hijo artista?

−Después cuando son famosos.

−Ah… sí, claro –aprobó Coty dándole la razón−, pero algunos artistas mueren sin ver el éxito. ¿No le pasó eso a Van Gogh?

Los hermanos hablaban de Vincent Van Gogh como si lo hubieran conocido, como si la vida tortuosa que llevó fuera parte de una trágica secuencia familiar.

−Llevar el mismo nombre de su hermano muerto ya fue para él una pesada carga. Se encerró en sí mismo, y sus lazos más firmes fueron los que mantuvo con su hermano Theo, cuatro años menor.

−¿Su hermano murió y le pusieron el mismo nombre? Parece algo macabro.

−Su madre Anna Carbentus, esposa del pastor protestante Theodorus Van Gogh, dio a luz su primer hijo, pero nació muerto. Con ese dolor y la esperanza de quedar embarazada otra vez, pasó un año y así el 30 de marzo de 1853 nació el segundo hijo y le pusieron Vincent Willem igual que el primero.

−Me parece un poco oscuro todo, como si lo triste que atrae la muerte lo hubiera perseguido igual que una sombra.

−Pobre chico –agregó Constance −. Seguro que no tuvo ayuda religiosa.

−Ay… mamá –respondió Benjamín.

−Los artistas miran la vida con otros ojos. Eso es bueno hasta cierto punto porque pasan demasiadas cosas que ellos, por su sensibilidad, no pueden superar. Hermanito, tú sabes que de este pueblo no se puede esperar mucho. No eres Van Gogh, pero estás en las mismas condiciones.

−Y sí. Él vendió un solo cuadro antes de morir. Había pintado como ochocientos, todos reflejaban sentimientos de comprensión hacia los demás y captaba, a través de los retratos, la sensibilidad para entender el dolor de los campesinos y mineros y la profundidad de la experiencia humana.

A la media hora, la tía Marie Anne volvió de la peluquería y se encerró en su cuarto. Nadie se dio cuenta.

Coty necesitaba ordenar el guardarropa y buscar algo acorde para el encuentro con la madre superiora. Se sentía algo tímida al pensar en el colegio y sus retazos de sol, la gruta de la Virgen, las hermanitas jardineras y el olor a comida que venía desde la cocina. Una religiosa tocaba el piano en el primer piso y desfilaban los alumnos rumbo a la capilla: la nueva, la vieja, siempre impecables, heladas por ese frío perpetuo que se le colaba por el yeso de las estatuas donadas por los inmigrantes.

Ahora ella, si todo salía bien, llevaría a los niños por ese recorrido, en cortejo, dando la mano al infinito, y entre arrullos de palomas, las palabras y sus huellas, el mensaje tierno y el viaje hacia el futuro.

Coty miró por la ventana y vio pasar el auto de Adrián.

Se estremeció.

No quería que ese sentimiento, que empezaba a nacer, se interpusiera con el proyecto que tanto había soñado, pero también sabía que cuando la pasión es intensa no permite espacio al raciocinio y que todo deja de tener importancia.

“No debo dejar que nada sea más importante que mi deseo de ser maestra. Quiero a los niños. Necesito ese trabajo y no volveré a ver a Adrián porque sé que me traerá problemas. Espero que no me busque porque será mucho más difícil. Necesito paz y sabiduría, centrarme en un fin como principio del mañana. Ya tendré tiempo para otra cosa. Aunque no quiero quedarme sola como mi tía; ella prefirió sacrificarse y someterse a los caprichos de los otros”.

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LAS HORAS DE COTY
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miércoles, 18 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (5-"Santa Cecilia"-1era parte)

 


5-

“SANTA CECILIA”

 

Benjamín regresó melancólico de la plaza “Santa Cecilia”. Según él, Natalia con su charla le había espantado los clientes. La gente se paraba a mirar los cuadros y ella le hablaba.

−Mire el talento que tiene este artista. ¿No le parece? Aproveche la oportunidad, están a buen precio.

Benjamín odiaba que alguien lo elogiara en público y creía que cuando más se insistía peor era; los sueños llegan en el momento menos pensado y si no es porque no tiene que ser. Igual hay que perseverar, pero con calma y sin ansiedad. Natalia siempre lo buscaba y él no tenía interés. Quería estar solo.

Donde rodaban las palomas sobre los trenes entre las nubes quietas de humo, allí quería estar para dejar volar la imaginación y crear. El agua, los vientos de los bosques, el invierno con su palidez de nieve, las glicinas y sus torres violetas. Dibujos que trazaba en la mente y que se transformaban en nacimientos, con el poder que le daban los matices de la naturaleza.

Vagar por las calles buscando respuestas al arte que lo elevaba y le llenaba los huecos vacíos con la peculiaridad de los contornos y la serenidad que daba esa pasión contenida. Su vocación plena lo dejaba en muchas ocasiones esperando el gesto del otro lado, la voz, para no tener que perderse por los bulevares de ese pueblo chico y árido.

No le gustaba el sitio donde vivía porque no le daba la oportunidad de ser el mismo, no reconocía su trabajo, su amor sin reservas por la cultura y por ese infinito placer que le regalaban los pinceles.

Al pueblo y sus habitantes les gustaban las fiestas.

−Otra desilusión más, hermanito.

−No son desilusiones, son caprichos –exclamó Octavio desde el living mirando televisión. Siempre aprovechaba la oportunidad para clavar la flecha de la discordia−. Tengo tantos sobres con fotografías y todavía no encontré un repartidor –decía como al pasar.

−Papá, yo le voy a conseguir uno.

−Bah…

Dicen que los padres que discuten tanto con un hijo en especial es porque ambos son iguales y porque el hijo puede rebelarse, intentar cumplir el sueño que su padre tenía en la juventud y que, por diversas razones, no pudo llevar adelante. Esa frustración la trasladan al presente y se empeñan en destruir, sin maldad, los anhelos del que todo lo puede.

−Mejor alégrese por lo que me pasa a mí.

−¡Qué ocurre!

−El Instituto San Francisco me pide que vaya a una cita con la madre superiora. Parece que es por trabajo. Se imagina, papá, recién acabo de recibirme de maestra y ya voy a empezar a dar clases. ¡Qué nervios!

−Eso es por las tantas misas que acumulan tu madre y tu tía. Dios las ve y desde lo alto las bendice.

−No seas irónico, papá. No se juega con la fe.

La tía Marie Anne apareció con los labios rojos y la carterita porque iba a salir. Necesitaba ir a la peluquería.

−No vayas de esa peluquera, no me gusta –le decía Constance.

La profesional era soltera y tenía un hijo de un hombre casado que la venía a ver de vez en cuando porque era viajante de comercio. La mujer era un encanto, pero a Constance esa situación no le gustaba para nada, como si hubiera sido contagioso su estado civil. Para ella era una mala persona.

−Es nueva y trabaja bien.

−Y eso qué tiene que ver. Debe ser una prófuga.

−No exageres, hermanita –dijo Marie y le dio un beso.

 

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LAS HORAS DE COTY
---------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, La depresión, La ansiedad, Santa Cecilia, La adolescencia.

martes, 17 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (4-Las obras de arte-2da parte)

 


No vale mostrar, hay que transmitir…

El día gris invitaba a dar una vuelta. Había llovido después de los intensos calores y llegaba el carnaval.

Por aquellas calles donde rodaban los caminantes silenciosos, Coty y Natalia habían ido a tomar un helado. La siesta y su lenguaje propio les daban la mano a las pasiones. Alguna vecina barría las veredas tres veces por día entre el enojo y la pesadilla de no poder dominar el polvo. Ellas se reían.

−No sé qué va hacer cuando llegue el otoño.

−Se volverá loca y malgastará el tiempo.

−Sí, son de esas mujeres que llegan a viejas entre los trastos con más arrugas que un papiro sin haber aprovechado la vida.

−Nacieron para mucamas.

−¡Natalia! ¡Por favor! –exclamó preocupada Coty−. No seas mala. Me haces decir cosas que yo no pienso. Me llevas por el mal camino.

−¿No piensas?

Ambas parecían expertas en dominar las horas para aprovecharlas en algo creativo y elevado.

−Hay tiempo de sembrar y tiempo de recoger. ¡Mira allá va tu enamorado! –gritó Natalia.

−Cállate la boca. Yo no tengo novio.

Adrián Fuentes cruzó la avenida en su auto gris y a Coty se le paralizó el corazón. Él no las vio y siguió su camino absorto. A ellas la vida les sonreía, y en ese vaivén de las horas inquietas los segundos les dejaban espacio para las fantasías y los sueños. Es que la vida les parecía interminable, con tanto tiempo por vivir y un horizonte supremo cargado de amor, de luz, de metas por alcanzar.

−Mañana te paso a buscar a la misma hora. ¿Sí? –le dijo Natalia, quien la acompañó hasta la puerta.

En el umbral se hallaba Benjamín con los cuadros debajo del brazo.

−Me voy contigo –le comunicó Natalia, y Coty se quedó mirando cómo los dos se alejaban rumbo a la plaza como lo había prometido Benjamín el día anterior.

“Qué terrible que es”, pensó Coty por la conducta de su amiga. Ella era incapaz de seguir a un hombre de esa forma y menos cuando no veía señales de su parte. Se valoraba, se guardaba… No sabía si eso era bueno o malo, pero no podía actuar de otra forma aunque quisiera y lo deseara con toda el alma.

Entre las penumbras del pasillo, escuchó voces. Sus padres estaban discutiendo. Pensó que a todos los matrimonios de años le pasaba lo mismo. Eran pleitos comunes y pasajeros que terminaban sin rupturas finales. Seguramente, Octavio renegaba por la indiferencia de Benjamín y Constance lo defendía. Sabía que no iba a vender ni un cuadro aunque estuviera diez horas tirado en el piso de la plaza junto a la fuente de agua, pero era su sueño y verlo feliz le hacía bien.

−Niña, tengo algo para ti –le dijo la tía Marie Anne, quien salía del cuarto con varias revistas en las manos.

−Un aviso de modelo –agregó Coty sonriendo.

−No, algo más importante. Tú no tienes que mostrar, no vale, tienes que transmitir y eso te sobra porque eres humilde, generosa, bella y con una vida interior dulce como la miel. Un encanto de sobrina.

−Bueno, no es para tanto. Me parezco a ustedes.

−No, tú eres tú. Nosotras ya somos viejas y anticuadas. Eso sí, los valores no se negocian.

−Entonces… ¿puedo andar por la casa en camisón?

−¡No! ¡Qué dices! Eso está mal, es riesgoso –respondió la tía imitando la voz de su hermana Constance.

Las dos se fueron al escritorio donde Coty hacía las tareas escolares y la tía extrajo del bolsillo unas líneas escritas en un comunicado del Instituto San Francisco.

−¿Qué es?

−Un galardón.

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LAS HORAS DE COTY
-----------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, La adolescencia, La depresión, El amor al arte, La ansiedad, Picasso.

lunes, 16 de septiembre de 2024

Las horas de Coty (4-Las obras de arte-1era parte)

 


4-

LAS OBRAS DE ARTE

 

−¿Quién era ese joven con el que estabas anoche? –le preguntó Octavio a Coty en el desayuno.

−Un amigo de Benjamín.

−Bien –respondió algo serio y contrariado.

−¿Desde cuándo te fijas tanto en la juventud? –le reprochó Constance mientras servía el café.

−Desde ahora. ¿Hay algún problema? –respondió Octavio, tomó una tostada y se fue al estudio−. Vuelvo al mediodía, tengo que repartir fotografías. ¿Y Benjamín? Seguro que está durmiendo. ¿Cuándo va a trabajar en serio?

−Cuando sea grande −dijo Coty entre risas cómplices con su madre.

Marie Anne apareció con los pelos alborotados, bostezando y en camisón. Constance no quería que apareciera en ropa de dormir delante de Octavio. Por más confianza que se tenían, él era un hombre.

−No te enojes, hermanita. Vi que tu marido se fue y que dijo: hasta el mediodía.

−¿Y si regresa por algo?

−Me escapo. No seas tan rígida. ¿Quién me va a mirar a mí? Ni que me exhiba desnuda.

−¡Dios querido! ¡Qué dices!

Coty y la tía se reían de Constance y su severidad. Tal vez, tenía motivos para desconfiar de Octavio, pero si ése era el caso no lo iba a contar ni muerta. Era demasiado estricta consigo misma y con sus valores. Nadie entendía cómo había tenido dos hijos. Ni la propia Coty podía aclarar ese enigma. No imaginaba a su madre teniendo relaciones sexuales porque la veía tan casta y pura, intocable. Hasta pensaba que Benjamín y ella podían ser adoptados. Locuras que se le ocurrían frente a los modales pulcros de Constance y su eterna delicadeza. Parecía de porcelana. La tía Marie Anne lo mismo, pero menos acartonada. Ambas eran muy sutiles, finas y educadas: pequeñas piezas únicas e irrepetibles.

Coty había heredado esas formas, pero adaptadas a los años ochenta. Igual no era parecida a las muchachas de su edad; respetaba las ideas de los mayores y seguía el ejemplo. Cuando algo le parecía injusto, se defendía, pero a distancia para no herir a nadie.

Benjamín, en cambio, al ser varón, iba y venía como quería y Constance lo vigilaba de lejos, sin entorpecer sus atropellos pero siempre con el consejo a tiempo. Era buen chico, pero bohemio y despreocupado. No ayudaba a Octavio porque tenía otros planes, que no quería comunicar, pero que todos sospechaban.

Constance, ante la perspectiva de ese futuro, se rezaba diez rosarios seguidos para que el Hacedor cambiara las ideas de su hijo, porque como decía Octavio, con fastidio, todo lo dejaban en manos de Dios. Y así el gran Creador del Mundo cargaba sobre sus espaldas no sólo su cruz sino la de Benjamín: un joven bohemio y divertido.

−Voy a ir hasta la plaza a vender unos cuadros. Bueno, hoy no porque hace mucho calor. Mañana, si llueve, me parece mejor. ¡El clima está tan raro! ¿No? –le contó a la tía que estaba tomando el desayuno en camisón en la cocina.

−Hijito, qué paciencia. ¿Te gusta estar tirado en el piso como un pordiosero queriendo vender esos cuadros?

−¡Son obras de arte! ¡Cómo esos cuadros! Tía, por favor. ¡La cultura se respeta! Claro, lo que pasa es que no soy famoso. Ya lo seré algún día y ni les dirigiré la palabra.

−¡Qué tonterías dices!

−Me subestiman. Me cortaré una oreja como Van Gogh.

−¿Cómo quién?

−¡Te das cuenta! ¡No conoces a los grandes pintores! No tienes autoridad para hablar ni para dar órdenes. Primero infórmate y luego me aconsejas.

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LAS HORAS DE COTY
---------------------------------Anorexia nerviosa, Van Gogh, La depresión, Las obras de arte, La ansiedad, Montmartre.